Vivir en una resi (3): Mi vecino El Drogata (III)

– Te molestamos? – dijo El Yonki, portavoz oficial de Los Drogatas. Estaba apoyado en la pared, tobillos cruzados. No sé si pretendía mostrar un aire casual o es que iba demasiado fumado como para tenerse en pie sin ayuda.

– Pues sí, por eso he llamado al Guardián. – le respondí yo, sacando sólo la cabeza por detrás de la puerta entrecerrada.

– ¿Y por qué te molestamos?

– Porque no me dejáis dormir. Yo vivo aquí y pago mi alquiler. Esta es mi “casa”. Tengo derecho a dormir.

– Ya, pero El Drogata también está en su “casa” y tiene derecho a escuchar música.

– Claro, a un volumen normal, a una hora normal.

– Si te molestamos, ¿por qué no nos lo vienes a decir tú misma?

– Porque la última vez que vine te reíste de mi cara. ¿Sabes, Yonki? Para ti es muy fácil. Vienes a nuestra planta a liarla, pero luego el que se va a comer el marrón será El Drogata. ¿Por qué no vas a dar por culo a tus vecinos, para variar?

Se puso a chillarme algo incomprensible y El del Gorrito intentó calmarlo. Entonces apareció El Drogata y le dije con desesperación:

– Oye, yo no puedo más, esto no puede seguir así. O bajas la música o voy a hablar con El Director otra vez.

Yo me refería a que teníamos que encontrar una solución al problema, con El Director en calidad de mediador. Pero reaccionaron todos como si les hubiese dicho que iba a secuestrar a sus madres y a vender sus órganos si no bajaban la música.

– ¡Venga, pues ves a hablar con El Director!

– ¡Sí, eso! ¡No te preocupes por nosotros!

– ¡No me preocupo por vosotros, me preocupo por MÍ! ¡ESTOY HARTA!

Y les pegué un portazo en la cara. De nada servía hablar con ellos, además El Yonki estaba empezando a acercárseme mucho y me daba miedo que se me metiera en “casa”.

Volví a la cama llorando y con los dientes castañeando (cuando me pongo muy nerviosa las mandíbulas se me echan a bailar cómo si no hubiera mañana). Me llegó un mensaje de mi vecina de la izquierda (El Drogata está a la derecha), que se había despertado con los gritos. Le dije “ven, por favor, que me estoy poniendo histérica. C’est un fils de pute”. En francés, «fils de pute» es mucho más grueso que «hijo de puta» en español.

– No puedo más. – le dije en cuanto entró por la puerta. – No puedo vivir así, tengo derecho a dormir. Voy a llamar a la policía.

– Hombre…

– Le da igual que se lo diga yo, que se lo diga El Guardián o que se lo diga El Director. Pues sólo me queda la policía, pero yo voy a dormir. Verás qué rápido se termina esta historia.

– Pues sí, tienes razón. Pero antes de llamar a la policía ves a avisarle, igual así se da cuenta de que va en serio y baja la música.

– Vale.

Me puse de pie todavía con lágrimas en la cara. Nos quedamos las dos mirándonos, tensas, rezumando adrenalina, sintiendo la gravedad de la situación, mentalizándonos de que íbamos a tocar a la puerta de Los Drogatas para amenazarlos y darles su merecido. Y en ese momento me dí cuenta de un detalle muy importante:

– No llevo sujetador. Tendría que ponerme uno. Aunque igual si les enseño una teta bajan la música.

– Yo tampoco llevo. Voy a mi cuarto a ponérmelo.

– Vale, hasta ahora.

Una vez lo tuvimos todo en su sitio nos plantamos delante de la “casa” del Drogata.  Respiramos hondo y aporreé la puerta con todas mis fuerzas, para que me oyeran por encima del ruido.